Nunca imaginé que podría lograr todo lo que un día me planteé, un día estamos sentados sobre nuestros juguetes, observando curiosamente el mundo, luego soñando que el tiempo pasé rápido para volver a salir a jugar... y ya de pronto... no hay tiempo para detalles... Estamos en el mundo.
Bueno, agradezco estar en el mundo y aun así tener tiempo para los detalles, disfrutar de las cosas pequeñas y sencillas, agradezco tener tiempo para respirar un poco de aire fresco...
Recuerdo, aquella noche tibia en la que subí una vez más al techo que cubría el patio de mi casa... Me deslicé desde la ventana del baño hasta la muralla y de allí me afirme de tal manera hasta encontrar la forma de encaramarme a lo más alto... Pero ¿por qué subí aquella noche? Lo recuerdo... quería hablar y sentir aquel escalofrío extraño que venía a mi cada vez que sentía que mis interrogantes eran escuchadas... ¡Qué inmensidad! ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Qué debo hacer aquí?
Aquella sensación invadía todo mi ser, no sabía por qué ocurría, ¿era temor? No, no lo era. ¡Era frío? No, la noche estaba tibia... Yo sabía que existías... No sabía que eras tú, exactamente no sabía quién eras, pero algo en mi interior... me decía que tu divinidad naturalmente me enlazaba a ti...
Gracias por responder... gracias por no dejarme olvidada... Gracias por darme lo que necesitaba...
Hoy, me preguntó cómo será el mañana, no por desconformidad, ni mera curiosidad, sino expectante, reconociendo que aun tiempos mejores vendrán. Pero por ahora, tan solo me contento con saber que el ayer y el hoy son destellos de lo que vendrá... Por ello, me encanta la elocuencia con que concurre nuestra vida y las pausas que tenemos para detenernos y reflexionar...
Así que...aquí me tienes, una vez más, como cada tarde de reflexión... recordando a dónde voy.
Por Cinthia Canto C.
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